Mi perrito Cheto

perro

por: Sam Mendoza Kong

Cheto es mi perrito consentido, es un salchicha color canela que en sus tiempos de joven tenía la mirada más dulce, profunda y dócil que he visto en algún ser vivo. Ahora tiene cataratas y por ende, sus ojos, antes oscuros ahora tienen dos nebulosas verdosas que le han robado brillo y se muestran como dos canicas lisas e inertes. Cuando me escuchaba, movía su cola sin apenas haber producido apenas un leve susurro, tal era la potencia de sus oídos. Ahora, ya no es capaz de recibir los mensajes auditivos, sus orejitas lo han dejado en completo silencio. Cuando pienso en ello, me imagino a Ludwig Van Beethoven quien conoció los sonidos y después se quedó sin ellos, pero aún creaba la música más hermosa y sensible de la que era capaz. Quizás Cheto aún puede poner sonido a mis palabras a pesar de que no me ve y no me escucha, sin embargo, mi perrito, huele y con ello sabe que estoy feliz y eso lo hace feliz, se mueve contoneando su cuerpo, se acerca con su cabeza intuyendo donde estoy y la mueve hacia mis piernas en un sentido pegándose lo más que puede para sentirme. Sabe del calor y vibraciones que emite mi cuerpo, percibe si estoy de buen humor o en qué estado emocional estoy solo con acercarse. Me acaricia con todo el movimiento de su cabeza y luego se desplaza como un gato que restriega su cuerpo por toda mi extremidad. Después, se echa de pancita y me la muestra en señal de completa entrega. Cheto es capaz de amar con toda la intensidad. Cuando salgo a caminar con él, va oliendo cada centímetro, se deleita con todo, yo creo que va recreando de nuevo las cosas, su ubicación, forma y seguro hasta les pone nombre. Cheto no puede hablar, pero en su idioma, él me hace saber lo que necesita, que son en realidad muy pocas cosas, la primera, afecto. Cheto me disfruta cerca y cuando lo toco. Comer es la otra, vaya que es glotón, sabe dónde está su plato, lo toma con una pata y lame todo el contorno para dejarlo brillante y después, con su pata lo empuja para hacer el ruido que me avisa que es hora de darle una buena ración de algo delicioso. Y por último, lo otro que ama es salir a pasear. La vibración de la correa hace que agache la cabeza, indicando que está listo para que la ponga en su jareta y vayamos a divertirnos. Amo a mi perrito Cheto, él es capaz de enseñarme que el amor puede no tener ojos, ni oídos ni voz pero la fuerza de su mensaje, siempre encuentra el modo.


Pluma y Pensamiento

¿Tienes una mascota que quieras mucho y que te lo demuestra también? ¿Te imaginas no teniendo modo de ver, oír ni hablar? ¿Cómo harías para hacer saber a los demás que los quieres?

Si gustas, deja un comentario. Aquí puedes leer más escritos desde mi pluma y pensamiento. También aquí puedes encontrar mis libros.

Deja un comentario