por: Sam Mendoza Kong
Hace años que estamos construyendo esto que comenzó apenas como una sustancia etérea. De entrada muy al principio, ni siquiera era factible detectarla, parecía tener un aroma efímero, era apenas perceptible. Quizás podían captarse unas primeras notas de dulzor y cítrico, esas que producen una sensación energizante. Si se lograra obtener un poco de esta esencia atrapándola en un frasco de vidrio, su presencia sería tan frágil como la de su contenedor, pero al mismo tiempo, llenaría su espacio y le daría cierta textura al nublar su transparencia, de este modo se intuiría su importancia.
Con la cercanía, trabajamos con esa materia gaseosa y obtuvimos un producto sólido, sin embargo, al toque sus moléculas no le proveían aún la suficiente consistencia, apenas pues era una primera masa cuya naturaleza era deformable. Esta característica sin embargo, nos permitió darle una forma y entonces, la fuimos incorporando y moldeando.
Ahora, tenemos frente a nosotros, su hermosa forma actual. Se intuye cada detalle que la ha configurado, se perciben sus nuevos aromas: cítricos en unas partes y sándalo en otras. Al tocarla, su textura no es irregular, se siente como caricia pero es firme, esa consistencia blanda se ha atemperado y le ha dado una estructura más contundente, menos frágil. Al toque de uno, se escucha un sonido más sólido. Ya no es hueca, está plena de materia que le da fuerza. Esta nueva figura es la confianza que vimos nacer entre tú y yo.
Fuimos con cuidado desde el principio, sin correr prisa ni forzar su crecimiento. Con ese fluir de nuestra presencia y voluntad, sumamos respeto, comprensión, libertad. Hemos logrado algo hermoso que si emitiera sonido, sería en tonos alegres, vivos de gran armonía y de esos que denotan estar compuestos de un alma.
Me preguntas hoy si quiero emprender algo contigo, mis ojos van hacia arriba y a un costado mientras inclino ligeramente mi cabeza hacia atrás y mi frente está más diagonal. Al llegar esta pregunta al momento en que nuestra sustancia apenas estuvo en formación, me habría hecho dudar de manera natural. Hoy, mi respuesta es tan clara como el sol bañando de luz esa planta junto a mi ventana. Al concebir esta maravilla mágica, nuestra confianza, que acompañamos de amor, la esencia que emite nuestro corazón es envolvente, refrescante como la menta o el vetiver, limpia y relajante como la lavanda.
[Escrito por: Sam Mendoza Kong].
Pluma y Pensamiento
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