por: Sam Kong
Estás ahora recostada, con tu cabeza apoyada en la almohada, tus cabellos se han enmarañado un poco. Acaricio tu pelo mientras puedo, lo hago pasando mis dedos con suavidad desde la frente hasta la parte de atrás. Siento la suavidad de sus fibras y la delgadez de cada una. Miro que mi mano se ha convertido como en un instrumento de labranza que pasa por entre los trigos de un campo. Los surcos se van notando al paso de mis dedos y luego se van cerrando.
Acaricio tu pelo mientras puedo, y entre tanto, te veo con atención: tu frente arrugada, las pecas en tu rostro, el color casi blanco de tus cabellos. Noto tu respiración, tu voz suena animada, estás como una niña contándome tu día; te escucho con atención.
Acaricio tu pelo mientras puedo, y aprovecho para regresarte con mi toque amable la calma que te hace falta, la que haga huir a ese miedo que sientes de irte a dormir, de encontrarte con el sueño y batallar con él como si tuvieras que hacerlo con una espada. Sé que ya no te gusta la oscuridad, es difícil estar sola, mirar las cuatro paredes a tu alrededor y darte cuenta de que no son las que te encierran en esta habitación, sino que son tus miedos, esos de quedarte dormida para siempre. Tú quieres vivir, lo sé y cada día que abres tus ojos y puedes pedirte el café que te reconforta y te hace despertar es como miel que te da energía para sobrellevar un día más, uno en que tu mente estará por ratos animada y por ratos como perdida, otros como ensimismada, y a ratos aterida y llena de confusión.
-¡Qué linda muchachita! -me dices. -¿Cómo vamos a pagar este hotel?
-No te preocupes de nada abuela -te digo. Y luego te explico que estás en casa de mi mamá, que tu sueño puede ser en paz, que no tengas esos afanes porque no hay nada que debas pagar.

Me sonríe y mientras, acaricio su pelo porque puedo y quiero. Mueve su cabeza para pegarse más a mi mano, solícita de la caricia, pidiendo que no me vaya, que me quede a su lado. Y lo hago.
Pienso en lo afortunada que soy de poder tocar tu pelo aún, de mirarte a los ojos con mi corazón en mano. Hacerte sentir acompañada, querida, apagar por ratitos tus miedos, acallar las frases que incongruentes salen desde tu garganta, te devuelvo al momento presente, a ese estar sosegado donde puedes mirarme como si se tratara de estar frente al espejo, soy más joven pero nos parecemos demasiado; es como si te miraras a ti misma ahí, con menos años.
Me sonríes y agradezco poder acariciar ahora tus cabellos, que estemos juntas, te acurruco a mi pecho, quiero que te sientas segura. Y mientras toco tu pelo, pienso en los cabellos que ya no puedo acariciar, en los de aquellos que se han adelantado en mi vida, para ir a descansar por siempre, siento cómo brotan mis lágrimas pero las contengo, no quiero asustarte.
Aprovecho, aprovecho y agradezco poder acariciar ahora tu pelo. Sólo por hoy, y porque puedo hacerlo.
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