Un sendero, un descubrimiento IV

por: Sam Mendoza Kong

CAPÍTULO IV.

Había despuntado el sol y con este el calor. Mariana asistió como todos los días a su entrenamiento de natación, la alberca olímpica estaba rebosante. Chapoteos y brazadas de lado a lado de la alberca mostraban el fervor de los entrenamientos. Mariana iba en su vuelta número veinte y estaba por cambiar de estilo de nado cuando divisó a lo lejos algo al fondo del agua. Conforme se acercó, se dio cuenta de que se trataba de una persona en el fondo. Observó con atención, no se movía. Rápidamente alertó a sus compañeros de nado, señalaba a la persona en el fondo y agitada pedía ayuda. Llamó a gritos a su profesor dando la alerta. El grupo de nadadores más cercanos fue hacia aquella persona y entre dos que se hallaban dentro y otro fuera del agua, lo sacaron.

Alguien llamó al 911 y en el ínter de la espera de ayuda especializada, una persona comenzó a practicar resucitación cardiopulmonar a la persona antes de voltearlo de lado y golpear su espalda para que expulsara el agua. Muchos observaban la escena hasta que llegaron los paramédicos.

Mientras tanto, en la comisaría el inspector Torres había traído la llave encontrada y la envió al laboratorio para buscar huellas y al salir de ahí, un oficial lo apresuró para que tomara una llamada, lo convocó a dirigirse a la alberca olímpica donde reportaban una persona ahogada. Salió de inmediato a la dirección que le dieron.

En casa, Nora perdió la noción del tiempo que pasó buscando por internet cuando se dio cuenta de la hora. Puso la computadora en modo de suspensión, tomó sus llaves y se subió al coche preocupada por llegar a tiempo.

Cuando llegó, había un caos afuera. Una ambulancia y dos patrullas y al parecer mucho movimiento, entró agitada y directo hacia la zona de la alberca hasta que ubicó entre esa revolución a su hija, vestida en su bata de baño, con la gorra puesta y un poco encogida de los brazos, hablando con alguien. Cuando se acercó al lugar, se volteó el hombre que al parecer entrevistaba a su hija, se trataba del inspector Torres, que le extendió la mano para saludarla y dejó a Mariana con cara de sorpresa, ¿cómo es que aquel policía conocía a su mamá?

No habiendo más preguntas, Nora acompañó a su hija a los vestidores, se duchó y vistió rápido y salieron del club, justo entonces vieron que el cuerpo del señor era retirado del lugar en la ambulancia y uno de los maestros se iba con él. Las patrullas salieron primero para abrirle paso a la ambulancia, con rumbo a toda prisa hacia el hospital.

Al llegar al centro de salud, el señor fue llevado a urgencias, el maestro que subió a la ambulancia para acompañar al señor, daba el parte a los médicos que los recibieron y cerraron la puerta de un área de atención mencionando un código tres. Minutos después, se abrieron y la esposa del señor y el maestro que la había notificado, se acercaron. El señor había fallecido. La señora hundió el rostro en el pecho del maestro y este trató de abrazarla para contenerla. Estaba en llanto.

El inspector tomó todos los informes mientras atendían al señor, y anotó el parte de atención en su reporte. Cuando iba a llamar a la comisaría, su teléfono sonó primero y una voz dijo por el auricular: -Ya tenemos resultado de la huella. El dueño es…

Torres colgó de inmediato, dejó a un oficial a cargo y salió en su auto. Llegó a una dirección que le habían dado, se trataba de una bodega cuya cortina estaba cerrada. Dio la vuelta a todos los alrededores. El lugar pertenecía al hombre que acababa de morir.

(No se coman las uñas, aquí está el siguiente capítulo, adivina cómo acaba la historia…) ¡Ah y no seas mala onda! ¡Comparte!


Pluma y Pensamiento

  • Un sendero, un descubrimiento IV

    Un sendero, un descubrimiento IV

    Una persona se ahoga en una alberca, quien lo ve al fondo avisa para ayudar. La policía sabe a quién pertenece la huella en la llave y descubre algo inusitado

Una respuesta a “Un sendero, un descubrimiento IV”

  1. […] (continua… Aquí tienes la cuarta entrega …) […]

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