por: Sam Mendoza Kong
CAPÍTULO II.
El oficial que sujetaba el objeto retiró la tela, a continuación se mostró el contenido, se trataba de algo envuelto en periódico, era rectangular y del tamaño aproximado de la palma de la mano. El policía retiró el papel periódico, se detuvo pensando: «¿habrá dentro algo peligroso?» Prefirió sacudir lo que parecía ser una caja. Escuchó un sonido dentro, como de algo chocando con el contenedor. El objeto no pesaba, y parecía que dentro había algo suelto. Volteó hacia un compañero y le dijo que alistara la cámara de su celular.
Cuando retiró el periódico y encontró efectivamente una caja de madera en mal estado, abrió el sencillo cerrojo y halló dentro una llave plateada como de cerradura común. Pensando que era todo el contenido, cerró la caja. Sin embargo, Nora, que por fin sabía qué contenía aquel paquete, se dirigió al oficial: -¿Se dio cuenta de que hay un mensaje ahí?
El policía, abrió de nuevo la caja y efectivamente, contra la pared de la tapa, había un mensaje de papel, del mismo color que el del contenedor. Lo desprendió y leyó: «Rancho E.S a las 3».
-Muchas gracias, señorita Nora. -Dijo el oficial. A partir de aquí nos encargamos nosotros-. Y se despidió de ella extendiéndole su tarjeta en la que se leía: Inspector Torres, policía estatal, un número telefónico y un correo.
Nora y su amiga Elena, no tuvieron más remedio que agarrar sus cosas. Los policías se quedaron con la llave y la caja, mientras que Nora y Elena cuchichearon sobre la curiosidad que ahora tenían las dos.
De camino al auto, escucharon la radio policial de la patrulla: -Pareja, perdimos el rastro de los tipos. Parece que subieron a un auto y tomaron por la terracería que va a las comunidades cercanas, podrían estar en cualquiera de las tres.
Las chicas pararon en un café cercano, mientras pedía cada una su bebida, Nora le contó a su amiga todo sobre su experiencia. Elena siempre encantada con las aventuras de Nora, y muy seguido, compañera de andanzas excursionistas, comentó con su amiga lo interesante que sería saber para qué servía esa llave y qué podía significar el mensaje que encontraron en el paquete. Nora sentía que la curiosidad le punzaba, su afición por la investigación la hacía conjeturar. Quería ser quien descubriera lo que Elena y ahora la policía, también querían saber, aunque Elena le advirtió a Nora que no intentara nada más, puesto que había corrido peligro.
Cuando salieron del café y casi habían llegado a casa de Elena, Nora le dijo a su amiga: -Ahora me hace sentido el mensaje. Venía pensando qué significaba Rancho E.S. ¿Estarías dispuesta a acompañarme para descubrirlo? Y sin esperar la respuesta de esta, tomó camino hacia la dirección donde recordaba. Ya en el camino, su amiga reinició la conversación con preocupación:
-¿Estás loca Nora? -dijo Elena-. Y esta contestó que sólo se trataría de ir al lugar y echar un vistazo.
Muchas veces, Elena temía por las ocurrencias de Nora pero por otra parte, estaba igualmente intrigada. Si sólo se trataba de ir a mirar y sin exponerse, prefería acompañarla y no dejar que se fuera sola, que sabía podía suceder.
Cuando llegaron a la reja, miraron alrededor. El lugar quedaba muy cercano a donde Nora había comenzado su excursión de esa mañana. Había una propiedad del lado izquierdo y terreno libre con cactus, un sembradío, un tractor y herramientas de labranza. Un letrero decía: Rancho El Sabino.
Elena le sonrió a Nora, la admiraba, era lista y habitualmente solía guardar cosas en la memoria en las que los demás ni reparaban. Estuvieron desde distancia prudente, observando. Se dijeron una a la otra que parecían detectives y volvieron a sus recuerdos de jóvenes, a aquellos años cuando iban de campamentos, ¡cuántas aventuras no les sucedieron! Como cuando unos perros se comieron casi todo lo que llevaban y aún así ganaron el concurso de cocina.
Nora notó que alguien salía de la casa y le dijo a Elena que guardara silencio. Anotó en una pequeña libreta las características de la persona. Miró que se dirigía hacia atrás de la casa pero volvió al poco tiempo acompañado de dos personas. Reconoció al hombre que había grabado en video y entonces sacó su móvil y comenzó a grabarlos de manera discreta.
Elena no sabía por qué hacía eso su amiga. De pronto, notó que los dos hombres, se dirigían a un auto y salían del rancho con rumbo a la ciudad. Nora encendió el auto sin decirle a su amiga qué tramaba, pero lo intuyó. Minutos después, paraban a unos cincuenta metros del coche, un Shadow azul celeste de moda en los noventa y veía como el hombre que no había visto antes, quizás el encapuchado que cargó con ella en su espalda, aunque no podía saberlo, dejaba algo en un buzón algo destartalado que quedaba fuera de una especie de nave industrial. Miró hacia todos lados y regresó al auto. Los vio arrancar y al parecer tomar el camino de regreso a su punto de partida.
Nora y Elena se agacharon cuando vieron que el auto les pasaba cerca. El corazón les pulsaba a toda velocidad a las dos. ¿Qué habían dejado esta vez? ¿Y esa bodega qué era? No tenía letreros y la cortina estaba cerrada. No se veía movimiento. ¿Se iban a casa o se atrevían a mirar qué contenía el buzón? Elena disuadía a su amiga de retirarse, Nora dudaba de acercarse en esta ocasión, se recordaba a sí misma la desagradable experiencia de la captura previa.
Entonces, sacó su móvil. Tomó fotografía del buzón, de la bodega y la ubicación. Mandaré esto a tu correo Elena, sirve tener un respaldo.
Y en eso estaba, cuando vio por el retrovisor que el Shadow regresaba. Quizás habían olvidado algo. Prefirió no quedarse en el mismo lugar como lo hizo la vez anterior y se alejó de la zona tomando el rumbo contrario. Esperaron y esperaron hasta que creyeron que era prudente regresar, mientras iban en camino, Elena y Nora conversaban sobre el segundo paquete. ¿Qué podía haber dentro? Y pensando Elena, que se irían cada una a su casa, Nora regresó hacia el rancho.
Era persistente y ahora Elena manifestaba su inquietud, le insistió a su amiga que mejor se fueran a casa, cuando de pronto vieron salir de la casa del rancho al primer hombre, la reja se abrió y entró una camioneta grande, minutos después, descargaron algo envuelto en una enorme bolsa negra, de tamaño suficiente como de… Nora y Elena se quedaron tratando de adivinar mientras trataban de no perder detalle.
El señor que había salido de la casa ranchera entregó un sobre manila al conductor. La camioneta se retiró y el hombre regresó a la casa. Nora encendió el auto, dejó a Elena en su casa y se puso a la computadora. ¿Enviaba o no un mensaje al inspector Torres? Sabía que era posible que la regañara por andar investigando por su cuenta.
(continuará… Ve a la tercera entrega da clic …) Un sendero, un descubrimiento III
(Si te perdiste la anterior donde inicia el cuento, da clic aquí.)


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