Un sendero, un descubrimiento

por: Sam Mendoza Kong

Nora se calzó los tenis, no los ajustó demasiado, le gustaba sentir libres sus pies dentro del zapato. Siempre llevaba pantalones deportivos, no shorts, para ir a senderear. Esta vez, subió a su auto, sin rumbo fijo, tomando una carretera que discurría hacia un poblado cercano a donde vivía y como solía hacer, se detuvo en algún punto cualquiera para iniciar una aventura inesperada, lo cual casi siempre, le ocurría.

Cuando Nora llegó al lugar que eligió, cargó con su teléfono celular, activó una aplicación GPS en la que grababa sus rutas y le dio iniciar. El panorama ante sus ojos mostraba un pequeño cerro de frente, un antiguo volcán del lado izquierdo y de fondo, una zona de arboledas de acacia, copal, cactáceas, mezquites y huizaches. El suelo, era de tierra negra algo suelta y estaba muy rocoso, el día estaba soleado pero aún no se sentía demasiado calor.

Comenzó caminando despacio por un terreno de unos dos metros de ancho, dirigiéndose hacia el pequeño cerro que observaba quizás a dos kilómetros, pero sintió necesidad de ir al baño. Pensó, que quizás podía aguantar e ir regresando a casa. Odiaba que eso le pasara, ignoró la sensación por unos metros hasta que notó que era indispensable ir. Salió del camino para buscar algún lugar propicio, una curva, otra, siguió de frente, demasiados nopales, demasiadas espinas, buscó más allá. Aliviada la necesidad, escuchó algo entre la maleza, pensó que se trataría de algún animalito pues justo al inicio de su recorrido, vio una liebre que atravesaba de carrera el camino. Aguzó el oído. Se arregló bien la ropa y se agachó para anudarse una de las cintas del tenis cuando el ruido se escuchó más cercano, no, no era al parecer un animal, más bien sonaba como una persona.

Nora solía ser precavida en sus caminatas, sobre todo porque disfrutaba de ir por su cuenta, de modo que mirando lo difícil de la maleza, supo que sería complicado buscar salida. Prefirió agazaparse, trató de mimetizarse con un árbol, ella traía ropa gris, tanto como el del seco ambiente que la rodeaba. Efectivamente, las pisadas estaban cada vez más cercanas y notó que sonaba a que ese alguien cortaba zonas de maleza, quizás con algún machete.

Un minuto después, Nora vio venir de frente a un individuo, efectivamente traía una herramienta en la mano izquierda y cargaba algo en la otra mano que venía como cubierto con un trapo. El tipo se detuvo a unos cuantos metros de Nora, miró para uno y otro lado y satisfecho de pensarse solo, bajó el objeto envuelto y lo posó sobre una piedra. Usó la herramienta para comenzar a hacer un hoyo, luego de unos minutos, metió dentro el objeto, echó tierra sobre el lugar y piedras que tomó de alrededor. Usó una rama a continuación y borró las huellas retornándose hacia el lado contrario.

Nora contuvo la respiración y sus movimientos lo más que pudo, mientras aquel individuo trabajaba. ¿Qué estaba ocultando y por qué aquí? La curiosidad comenzó a acumularse en sus entrañas. Primero estuvo nerviosa, tensa, pero una vez que aquel hombre se marchó, sintió un latigazo de adrenalina que la empujaba a acercarse al sitio y escarbar para saber de qué se trataba, sin embargo, no sabía si el tipo estaría vigilando el paquete enterrado.

Nora estuvo unos diez minutos sin moverse del lugar. Tomó una foto con la cámara de su móvil aplicando un acercamiento. Miró su aplicación de GPS y calculó las coordenadas. Iba a enviar un mensaje con la imagen a una amiga cuando escuchó pasos de nuevo. Esta vez, prefirió no quedarse, con la mirada buscó para uno y otro lado a dónde cambiar de escondite. Esta vez se puso pecho tierra pero fijando la vista hacia el lugar del entierro. Se puso a grabar video.

Otro tipo diferente, se acercó al lugar, retiró las piedras, removió la tierra y justo cuando Nora pensaba que extraería el objeto, no lo hizo, simplemente pareció mover el trapo para observar lo oculto dentro y volvió a colocar la tierra, las piedras y a borrar las huellas.

Esta vez, Nora estaba aún más intrigada, ¿por qué el primer hombre había llevado un objeto a ocultar ahí y cuál sería el contenido? ¿Y por qué otro hombre había ido a mirar “el tesoro” o lo que aquello fuera y no se lo había llevado? Y más aún, ¿por qué ocultó de nuevo el rastro?

Nora no quiso irse del sitio, esperó esta vez alrededor de veinte minutos. Nadie más vino, dispuesta a develar el misterio, se fue acercando con todas las precauciones. Dejó el suéter de color en el suelo, mandó su ubicación a su amiga y la imagen con la pregunta: -¿Qué crees que pueda ser? Acabo de ver que ocultaban algo en este sitio, quiero saber de qué se trata.

Buscó alrededor algo que pudiera servirle, el corazón le latía a toda velocidad, con la mano retiró las piedras y con un palo comenzó a cavar, pensó que no tendría que escarbar demasiado puesto que los hombres no habían tenido que hacerlo. Ahí estaba el trapo. Arrimó la mano para abrirlo y fotografiarlo, cuando sintió que alguien le aventaba una manta encima y forcejeaba con ella, la levantó del suelo y se la cargó hacia la espalda. Ella gritaba, -¡déjame, déjame! Él no hablaba. Ella recordó que aún traía su móvil, lo buscó, mandó a su amiga la ruta de su aplicación y le escribió: «llama al 911, ayúdame».

La subieron a un auto, no la llevaron muy lejos porque no tardaron en bajarla. Un hombre encapuchado, le quitó la manta, la ató de pies y manos y la sentó contra la pared de un cuarto en construcción. -¿Quién eres? -Le preguntó. -¿Por qué andas buscando lo que no te importa?

El tipo salió del lugar, cuando escuchó que otro individuo lo llamaba para avisarle que había una patrulla, que era hora de correr. Dejaron a Nora ahí, ella se puso a gritar hasta llamar la atención de los policías.

Un oficial le quitó las ataduras, le preguntó si se encontraba bien, en qué dirección habían huido sus captores y cuántos eran. Dos oficiales se fueron en persecución. La amiga de Nora, Elena, abrazó a su amiga, había solicitado el apoyo al 911 con las imágenes y la ubicación.

Nora compartió a los oficiales las coordenadas del lugar con el objeto, fueron directo. Nora recuperó su suéter a unos metros, y dos oficiales comenzaron a desenterrar aquello, de nuevo el trapo y luego verían lo envuelto, pero cuando retiraron el trapo, Nora sólo vio, otro paquete dentro.

(continua a la liga… Aquí el segundo capítulo.)


Pluma y Pensamiento

  • Un sendero, un descubrimiento

    El corazón te va a latir rápido, estarás en los tenis de la protagonista y probablemente igual que ella, te mueras de curiosidad. Si quieres evitar descubrir qué se siente, resérvate de leer.

3 respuestas a “Un sendero, un descubrimiento”

  1. Que intrigante nena, ya me comí las uñas esperando el siguiente capitulo

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    1. Gracias por leer papi. No te comas las uñas, la siguiente parte está por llegar…

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  2. […] Da clic aquí si te perdiste las otras dos. […]

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