Amor en digital

Por: Sam Mendoza Kong

Miró en la pantalla sus ojos aceituna, el color de su playera acentuaba la luz con que brillaban. Llevaba una pañoleta blanca con rayas negras en la cabeza, a modo como usan los árabes, tenía una bella sonrisa y comunicaba confianza. No dudó nada y apretó la palomita verde que aparecía en la pantalla, dando con su dedo un desplazamiento a la derecha.

Para su sorpresa, recibió una notificación de que aquel muchacho, había dado “me gusta” por igual. Sofi sintió que una emoción le recorría por la boca del estómago.

Sus pantallas pasaron a la modalidad de chat. Él escribió en el espacio para mensajes: – Hello! Y puso un “sticker” de saludo de mano derecha sobre el corazón.

Sofi tardó unos segundos en decidir qué hacer. Si bien no era la primera vez que intentaba usar la aplicación para buscar pareja, siempre se ponía nerviosa, casi de inmediato le sudaban las manos, y evaluaba si convenía responder o no, pero esos ojos aceituna, la animaron. Él no parecía de rostro adusto, sino más bien tierno. Por fin se animó y le contestó el saludo con un sencillo: – Hola, soy mexicana.

  • ¡Gracias por responder! Mi nombre es Habib, soy de Kuwait. ¡Me encanta conocer personas de otros países! Le escribió en inglés.

Aún escéptica, Sofi siguió reflexionando si convenía contestar el mensaje, pero la espontaneidad y calidez del saludo, la hicieron decidirse, además, él era el chico más guapo con quien había podido comunicarse, a través de la plataforma.

  • ¡Hola, mi nombre es Sofi! También me gusta conocer personas. ¿Cómo es que te encuentras por México? Preguntó ella.
  • Obtuve una beca para estudiar ingeniería petrolera en la UNAM – dijo Habib.

Así se fue dando la conversación entre ambos, fluía fácil, Sofi tenía la sensación de que estaba conversando con un amigo de hace tiempo, él le hacía preguntas sencillas, que ella respondía con espontaneidad. Eso le extrañó a ella, porque tenía la idea preconcebida de que, las personas originarias de países árabes eran poco abiertas, más bien secas y con paradigmas sobre las personas occidentales.

Habib más adelante, le confesó que había pulsado la palomita verde en la pantalla, cuando miró aquel hermoso rostro de tez blanca, negros ojos, boca ligeramente carnosa, especialmente en su labio inferior, pequeñas pecas que salpicaban sus mejillas como estrellas y, el cabello negro y rizado que caía a los costados de la cara, como la noche en su país. Pero lo que más le había encantado, era aquella sonrisa que brillaba como el sol.

Ella se fue enamorando poco a poco, estaba gratamente sorprendida sobre la forma de ser de Habib, respetuoso y profundo en sus conversaciones, no tomaba alcohol y solía excusarse para rezar a la hora que, de acuerdo con sus costumbres religiosas, tocaba. Cuando se dio la ocasión de un encuentro físico por fin, ambos habían quedado en un restaurante al sur de la Ciudad de México. Sofi llegó primero, pero él no tardó, sabía ser puntual. Charlaron con fluidez como lo hacían desde que se conocieron. La noche fue romántica, él le trajo el regalo de un bello prendedor con forma de colibrí, el animal favorito de ella, extendiendo sobre ambas manos, una cajita de terciopelo. Él se fijó que ella comía con su mano derecha y dejó algo de alimento en los platos, bien, dijo para sí Habib, parece que conoce las costumbres árabes. Él le pidió permiso para retirarle un poco de alimento, que había quedado junto a la comisura de sus labios, la miró con aquellos ojos aceituna y se atrevió a besarla cálida, espontánea y cariñosamente. Sofi se retiró primero, se sonrojó y luego mostró una hermosa sonrisa de aprobación en su rostro. Él notó esa timidez que es común en las mujeres de su país.

Salieron juntos algunos meses y ambos se sentían tan compenetrados, que no podían creer el haberse conocido por internet. Entonces, él se aventuró a ofrecer algo que salía de todas sus costumbres, pero vaya, había salido al extranjero para hacerse camino, era un hombre moderno y, si sus padres aprobaron aquella intención de vivir fuera, seguro apoyarían la de casarse con ella. Ahorró por meses parte del dinero de su beca, y le entregó un sobre cerrado a Sofi con un boleto de avión de la British Airways con regreso abierto. Ella más que sorprendida, aceptó. Él le entregó, además, una argolla muy sencilla comentando que, si sus padres la aceptaban, le haría un ofrecimiento más formal para casarse y vivir con él.

Para Sofi, ni la diferencia de religiones, ni de costumbres, ni de idiomas, ya que ahora sabía algunas palabras y frases en árabe, ni el hecho de que Habib apenas estaba terminando la carrera y no tenía trabajo aún, fueron objeciones. Preparó su maleta y harta de pelear con su madre, con su tercer jefe en el último mes y su falta de recursos, pensó que nada podría detenerla, toda vez que se cumplía el sueño de toda su vida de casarse, emprender una vida nueva en un país distinto al suyo, y tener muchos hijos con ojos de color verde.

Habib le habló a su amigo Hassam y le pidió apoyo con algo que salía de toda norma: hospedar a su prometida por unos días; mientras hablaba con sus papás para presentárselas. Hassam pensó que se había vuelto loco, pero al verlo tan contento, comentó que lo ayudaría en todo siempre y cuando, ella usara los atuendos habituales de las kuwaitíes, incluyendo el Niqab para salir del departamento de su amigo, y en horarios distintos, con toda discreción, como si no lo conociera.

El entusiasmado Habib, decidió mostrarle a Sofi la ciudad de Kuwait, como para que ella probara lo que sería disfrutar de un lugar como aquel, pero no le contó todavía sobre sus intenciones casi inmediatas, de casarse y luego vivir ahí, pues no sabía aún cómo verían sus padres el hecho de querer en matrimonio a una extranjera, sabiendo que no era lo habitual, además, no la conocían y tenían distintas religiones, costumbres y quizás hasta ideales, pero no lo detuvo de probar suerte, estaba decidido a todo por ella.

Un día antes de la reunión de presentación, Sofi supo que Habib había hecho una invitación a sus padres por escrito para pedir permiso de visitarles. En el papel escrito en su idioma local, Habib comentaba brevemente que quería presentarles a su nueva “amiga”. También con antelación, el chico preparó a su amada para la cita, dándole indicaciones sobre los usos y costumbres locales y practicaron por días. Sofi compró un regalo sencillo, y el día acordado, se presentó ante los padres de Habib perfectamente ataviada como una árabe, mientras extendía el regalo a los señores con ambas manos.

Charlaron largo antes de la cena, degustaron el tradicional Biryani cocinado por la madre de Habib, y remataron con un exquisito café árabe y un postre llamado Elba del cual Sofi también se enamoró, y, que consistía en un pudín de leche con azafrán y cardamomo. Miró a los hombres retirarse a tener su diwậniyyah (reunión de hombres que salen a una sala separada), por un momento no escuchó nada, pero después de un rato, notaba que el padre de Habib había levantado la voz, de hecho, le gritaba a su hijo, luego dirigió una mirada penetrante, con fuerte acento de autoridad y aire de resistencia a la madre de Habib y acto seguido, Habib fue por Sofi, la tomó por el brazo y salieron de la casa, azotando la puerta.

  • ¿Qué pasó? – Le dijo exaltada, – ¿qué fue eso? – Habib no contestó. Caminaron en silencio por largo rato, hasta regresar a la casa de su amigo Hassam, que se halló molesto porque Habib no se tomó la molestia de avisarle de su retorno.

Ya dentro del pequeño departamento, en otra diwậniyyah, Habib y su amigo hablaban fuerte. Sofi escuchaba desde la estancia contigua, aunque no lo comprendía todo, sin embargo, intuía que algo malo había ocurrido. Algunas palabras, sin embargo, la devolvieron a la realidad, más o menos comprendió que la familia de Habib deseaba que su hijo se casara con una árabe, como era lo acostumbrado, o que, si decidía de cualquier manera, hacerlo con aquella extranjera, la trajera a vivir a Kuwait. Hassam hacía la reflexión con su amigo sobre respetar las costumbres, le advertía que, si de casualidad llegaban a tener hijos, él sabía que ni ella ni sus hijos, obtendrían la nacionalidad kuwaití y que, si optaba por llevársela a vivir consigo, lo perseguiría la policía porque eso, bien lo sabía, estaba prohibido.

Sofi asustada se arrebujó en el sillón, no sabía si esperar que su novio, saliera de hablar con su amigo o, qué debía hacer. De pronto, contiguo a una mesita enana junto al sillón miró que había dejado su mochila viajera. Recordó que tenía guardado ahí, algo que podía ayudarla.

Cuando Habib regresó a la sala, ella ya no estaba. Tirado junto a la puerta, estaba el sencillo anillo que le había regalado. Corrió a la ventana para mirar hacia afuera. Abajo en la calle, un taxi abría la puerta, mientras la chica de sus sueños cerraba la portezuela y el auto arrancaba con velocidad.

Pluma y Pensamiento

  • Amor en digital

    Amor en digital

    Conocer pareja por internet puede ser tan sencillo como difícil. Las relaciones en general lo son. ¿Podrá Maggie encontrar al amor de su vida en digital?

Deja un comentario