La preocupada

por: Sam Kong

Vino la muerte a verme muy apurada, estaba tan pálida como siempre, aunque había corrido para alcanzarme. Era exactamente como la había imaginado: una señora delgada, de modales finos, voz seductora, inteligencia aguda y pensamiento reflexivo. Sin dudar, imponía.

Photo by Viridiana O Rivera on Pexels.com

Se presentó muy educada y sin preámbulos, tal era su prisa por decirme algo que parecía importante. Respondí igualmente con respeto y amabilidad. Intenté tranquilizarla, después de todo, ella era quien era.

<< Tienes todo el tiempo que tú quieras >> le dije.

Sonrió mostrando los blancos dientes y la oscura cavidad detrás. Intentó controlarse y cuando logró serenidad me dijo: << Hace tiempo que te busco, me dicen mis informantes que has dejado de tenerme miedo y debo saber a toda costa ¿cuáles son tus motivos?, ¿hay más personas que piensan como tú? >>

<< Sí >> le contesté directo.

<< Entonces es verdad que estoy… ¡Que estoy perdiendo mis poderes! >>

<< Ahora comprendo, o creo hacerlo respecto a ti >> Respondí.

<< ¿Es que necesitas sentirte valorada a través del miedo que infundes? >>

Volteó hacia mí con los cuencos huecos, me daba cuenta de que estaba intentando mirarme, o al menos eso era lo que yo creía que estaba haciendo, me provocó una sensación extraña, profunda, me estremeció al principio y luego quise entender de qué se trataba. Me di cuenta de que ella esperaba que yo misma respondiera a la pregunta que acababa de hacerle, pero por el contrario volví a lanzar un nuevo cuestionamiento.

<< ¿Cuál es tu apuro por encontrarme? No pareces venir especialmente para llevarme a eso que otros llaman “el más allá” >>.

<< Quiero saber, ¡necesito saber! >> Dijo con una voz que retumbó con fuerza. << ¿Por qué fuiste la primera en negarme? ¿Sabes el peligro que eso representa? ¿Sabes lo que implica para otros como tú? >>

Guardé silencio, era cierto que sus preguntas eran inteligentes, procuré reflexionar con cuidado.

<< ¡Te equivocas! >> Le dije. << No niego que existas, y menos ahora que estás aquí y nos hallamos conversando. Sólo dije que dejé de temerte, a raíz de eso he decidido que cada día que tengo la oportunidad de vivir y decidir, estoy cada vez más a gusto con lo que me rodea, no te necesito, por ahora. Mis oportunidades y motivaciones no te las cedo, aunque sabiendo quien eres, te digo que, no te quiero cerca porque estoy en paz, tengo salud, valoro lo que soy, a quienes amo y abrazo >>.

Ella irrumpió en llanto, un llanto que comenzó a formar un charco, luego se hizo más y más amplio y de pronto el agua me llegaba hasta los tobillos. Comencé a preocuparme por ella.

<< ¡Si la gente deja de buscarme, de necesitarme, mi inmortalidad dejará de ser, me habré secado!>>

<< De nuevo te equivocas, es gracias a ti que estoy cierta de lo que quiero. ¡La vida, la vida es mía! Y cuando llegue el momento de reencontrarnos, creo que estaré en paz, conmigo y contigo, porque no habré dejado nada pendiente o sin disfrutar y podré saludarte con respeto, admiración y estaré tranquila >>.

Su llanto cesó luego de un momento. Me preguntó si podía abrazarme. Accedí. En ese abrazo, su figura se fue encarnando, sus cuencos en el rostro dejaron de estar vacíos, unos ojos comenzaron a brillar, le nacieron cabellos y su tez comenzó a tener color. Me acurruqué más, podía sentir calor, me sentí de pronto muy feliz, volteé a mirarla, ¡no podía creerlo!, estaba en brazos de mi abuelita. Luego, sentí cómo algunas lágrimas comenzaban a mojar mis mejillas, me había despertado de aquél sueño y me sentía confundida, pero en paz.

Pluma y Pensamiento

Deja un comentario