Lo soñé

por: Sam Kong

En aquel parque olía a hierba mojada, a pino, a flores brotando. Las perritas jalaban las correas acercándose a buscar esquinas para oler. Una de ellas, metió la nariz a fondo por entre las hojas, la vi rascar con insistencia, le jalé suavemente, acortando la correa. Volvió a la carga, su nariz fue más a fondo, di un paso atrás como llamándola de nuevo, pero se replegó y jaló hacia adelante con fuerza.

La otra perrita con su cabello más negro y más largo, se colocó a su lado, ambas movían la cola con intensidad mientras se avocaban a oler y escarbar con las patas delanteras. Me rendí, solté las correas, no quería lastimarlas, las dejé hacer y me mantuve atenta.

Susú siempre la más curiosa, halló algo al parecer. Noté que las hojas cubrían ya la totalidad de su cabeza, su cola se agitó con mayor rapidez, mientras sus cuartos traseros la impulsaban hacia adelante. Chiquis continuaba rascando con fuerza y velocidad; un instante después, Susú desapareció y Chiquis detrás de ella. Habían encontrado un agujero y por ahí se metieron, sus ladridos se escucharon como lejanos. Me agaché, para buscarlas y cuando mi cara estuvo inmersa por completo por la apertura, sentí como si algo hiciera resbalar mi cuerpo hacia el interior. Terminé como cayendo hacia el interior.

Caí por espacio de varios segundos, o eso creí, hasta que mi cuerpo tocó fondo de manera sorpresivamente suave. Debajo de mí, había un grueso colchón de yesca, ¿alguien lo puso ahí? No se veían árboles.

El lugar olía a humedad, mientras que un halo de luz en forma de columna, iluminaba aquella amplia cavidad de roca. Pensé en las perritas, las llamé. No escuché nada al principio, pero luego, al parecer por la derecha, se escuchaba el sordo ladrido de alguna de ellas. Volteé en aquella dirección y volví a repetir el nombre de cada una. Luego esperé y recibí dos ladridos de regreso, al parecer me habían identificado.

Me puse de pie y me fui en aquella dirección. Los primeros pasos, fui con precaución y cuando escuché sus ruidos más lejanos, aceleré el paso, pero había menos luz por ese pasillo y no vi venir aquel golpe en… Mi cabeza.

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¿Cuánto tiempo estuve en aquella oscuridad? ¿Y esa llama? ¿Quién encendió ese fuego? ¿Por qué estaba amarrada de pies y manos a ese tronco? ¿Quiénes eran aquellas personas desnudas del torso y pintadas de blanco y negro? ¿Dónde estaba y por qué me rodeaban todos?

Dos hombres se afanaron para colocar una estructura con palos. A continuación, dos mujeres colgaron del palo transversal un caldero metálico de enorme tamaño y fueron vaciando dentro un líquido con vasijas de barro.

Un hombre de gran tamaño, muy fornido, pintado en rojo, a diferencia de los demás y con un gran tocado en la cabeza a manera de sombrero, hizo un ademán que pareció autoritario, porque a partir de esa señal, los hombres y mujeres del círculo, comenzaron a danzar primero en una dirección y luego hacia el lado contrario, su danza iba lenta al principio y luego se aceleró, guiados por el crecimiento de las llamas, pues de vez en vez, el fuego era alimentado con maderos de mayor tamaño, que por obvia razón hicieron que el calor aumentara.

Yo escurría de sudor, igual que aquellos seres extraños. Intenté moverme, zafarme de aquellas ataduras, pero sin suerte. Una mujer con un tocado de plumas y muchos collares multicolores, se acercó hacia mí. Tenía los ojos enrojecidos, en las manos cubiertas de pulseras con dientes, cargaba un cuenco del que me obligó a tomar un líquido espeso, amargo, fuerte. Sentí náuseas, mareo, sueño, cerré los ojos…

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Una sensación de humedad en la cara, me despertó. Chiquis y Susú lamían mi rostro con insistencia. Cuando me vieron abrir los ojos, ladraron con alegría agitando las colas. Me toqué todo el cuerpo. Seguía sudando profusamente. Estaba confundida y, sobre todo, extrañada de haber escapado de ser carne para aquel caldero. Pregunté a las perritas ¿cómo me habían hallado? Pero por obvia respuesta continuaron ladrando, me jalaban del pantalón, estaban agitadas, inquietas, las seguí en dirección de los jaloneos, a tientas. Luego, una columna de luz, nos mostró la salida.

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El parque olía a hierba mojada, a pino, a flores brotando. Las perritas buscaban una esquina para oler. Junto a aquel árbol, había trozos de una cuerda, los levanté del suelo… Estaban quemados. ¿O lo soñé?

Pluma y Pensamiento

  • Lo soñé

    Lo soñé

    Cuento para todas las edades. Un día cualquiera paseando a mis perritas, algo extraño me sucedió. ¿Dónde me encuentro? ¿Es real o estoy soñando?

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